Cuentos Chilenos
Cuentos Chilenos
Hilsa y Harek
X. Castellón · 1894
Ilustraciones recopiladas por Jo Justino (Pixabay)
¡Duerme!
¡Duerme, si deseas que te cuente la historia de la princesa Hilsa!
Parte 1
Érase que se era un rey muy poderoso y cuyos dominios —si no mienten las crónicas de aquella época— eran tan extensos que, para recorrerlos, habría sido necesario andar, sin detenerse, cuatro largos años.Tenía este monarca una hija tan hermosa que aun cuando llegó a contar quince primaveras, muchos príncipes y señores, desde los más remotos países, habían enviado embajadores cargados de magníficos presentes a solicitar su mano.
El día del nacimiento de Hilsa vinieron en sus carros de esmeraldas arrastrados por mariposas de alas de zafiro, las tres más famosas hadas del reino. Cada cual le daría su presente a la recién nacida. Una le dio la hermosura; otra, el don de transformarse en pájaro a voluntad. Por fin, la tercera (disgustada sin duda de que se la hubiera dejado para el último) aproximándose a la cuna y batiendo sus alas de murciélago sobre la niña dormida, le dijo:
— Sí, serás hermosa; tendrás el don de transformarte en pájaro a voluntad, pero... ¡no podrás llorar!
Parte 2
El Otoño con su pálido sol y sus hojas secas había rodado al abismo. La nieve, como inmenso sudario, cubría toda la tierra. Y, allá en el fondo del parque, reía Hilsa mirando arder, presa de las llamas, el castillo de sus mayores... Sí, la hermosa Hilsa reía, con esa risa histérica de los locos. ¡La predicción del hada se estaba cumpliendo!De pie junto a Hilsa, batía sus alas de murciélago el hada —más bien bruja— que en el día de su nacimiento le dijera: “Si, serás hermosa; tendrás el don de transformarte en pájaro a voluntad pero... ¡no podrás llorar!"
Parte 3
Ethan J. Connery · 2021
Ethan J. Connery · 2021
Sucedió entonces que, con el andar del invierno, un apuesto príncipe llamado Harek recorría en su corcel los bosques del monarca.
La princesa había huido de palacio, presa en su desdicha y su locura involuntaria, y el propio rey de Underverk —que así se llamaba su reino y que por los pelos se salvó de las llamas— había implorado a los príncipes de reinos vecinos acudir a la búsqueda de su querida hija, de modo que quien la encontrase se casaría con ella y heredaría su reino y su fortuna. Todo eso —claro está— después de encontrar alguna forma de deshacer el maleficio.
De entre los siete príncipes de los reinos colindantes que se presentaron al desafío, fue Harek “el valeroso" quien una tarde se encontró con ella... casi por casualidad o por cosa del destino. La halló sentada en una roca y abstraída en sus pensamientos. Hilsa contemplaba con tristeza una laguna helada, al tiempo que una oscura idea nublaba su mente. La joven había perdido la voluntad de vivir. Se levantó de la roca y caminó hacia el delgado hielo que cubría la superficie de las aguas... tan heladas como el corazón de piedra de la malvada bruja que había condenado su felicidad por un capricho.
Hilsa aun no había visto al príncipe cuando éste se acercó a la laguna. Cabalgaba a paso lento entre los árboles, pues al principio no estaba seguro de que la bella joven fuera la princesa que él buscaba. Por otro lado, la nieve camuflaba en buena parte el pelaje blanco de su fiel corcel, por lo que su figura pasó desapercibida a los ojos de Hilsa, quien seguía avanzando sobre el hielo... cada vez más delgado y quebradizo.
En un momento, Harek la vio con toda claridad, y no pudo evitar enamorarse perdidamente de la noble muchacha. Fue un amor a primera vista; o algo más que sólo el reino de la pasión y la ternura combinados conciben por completo.
Hilsa giró en tus talones al oír las pisadas en la nieve. Miró al príncipe, desconcertada. Harek ya estaba en la orilla. Un sentimiento tibio y anhelante nació en los corazones de esas dos almas solitarias, pero el de la princesa era más triste y desdichado. Sus oscuros pensamientos se esfumaron al contemplar, en la distancia, la expresión enamorada del príncipe al que había esperado toda su vida. De algún modo sabía que él venía a liberarla de su yugo, y quiso responderle.
Quería llorar... ella quería hacerlo con toda su alma, pero la magia oscura se lo impedía. Su corazón latió con prisa. Por primera vez en muchos años sintió verdadera alegría, pero... al mismo tiempo, la sombra de una triste amargura se apoderaba de ella al comprender que jamás lloraría de amor. No si el maleficio la controlaba: su existencia era un dilema.
Entonces... sólo entonces... un granito de esperanza humana superó el poder del hechizo; dejando caer una humilde lagrima que recorrió su mejilla. Pero ya era tarde.
Aquella gota salada había atesorado calidez por mucho... mucho tiempo. Nada más alcanzar un copo de nieve a sus píes, la gota derritió el hielo que sostenía el peso de la princesa. Hilsa se encontraba en medio del lago cuando el suelo se trizó a su alrededor: no había escapatoria a su destino.
Al crujir el hielo y casi sin pensar en su propia seguridad, el príncipe saltó de su cabalgadura y corrió con todas sus energías. Debía socorrer a la muchacha porque —además de que una vida peligraba— de alguna forma su corazón le avisó que aquella desafortunada era el amor de su vida. Alcanzó a aferrar su mano con firmeza antes de que Hilsa se hundiera por completo, pero las gélidas aguas la tragaron, llevándose con ella a su amor recién descubierto. La sensible pareja rápidamente se congeló al paso de las corrientes heladas.
Cuentan los trovadores que, desde entonces, el mismo invierno lloró la tragedia, pues las primaveras se hicieron más largas y los fríos menos intensos. Algunos mercaderes de especias que han frecuentado esas orillas, dicen que, al paso en las noches de luna, se puede oír al príncipe llorando de pena, junto a la princesa que ríe y ríe a carcajadas; aun en su profundo dolor y sufrimiento.
Los pescadores, por su parte, cuentan que al cruzar en sus botes por el centro del lago en las noches tranquilas —y a la luz de sus faroles— han visto la figura de los amantes bailando su infortunio bajo las transparentes aguas. Como remolinos danzantes —afirman— los enamorados comparten en el profundo azul su abismal destino...
Aunque también se dice que todo eso no son más que cuentos. °-°
Pero yo... yo que fui un viajero en la tierra de los gigantes de hielo y prisionero en las montañas de los reinos errantes, puedo contarles de verdad cómo culmina esta leyenda. Esto no me lo contaron ni lo leí, sino que lo viví en su momento.
Es verdad que la princesa Hilsa y el príncipe Harek fueron engullidos por las frías aguas de un condenado lago en el legendario reino de Underverk. Y es cierto, también, que fueron congelados en un abrazo eterno en el tiempo. Pero lo que no revelan las antiguas narraciones es que, 127 años más tarde, un misterioso extranjero que no pertenecía a ese reino —ni a ese mundo mágico— lloró amargamente al conocer la historia de los desventurados amantes.
Aquel extraño comprendió que debía viajar a esa tierra para rescatar este relato olvidado, y de paso, salvar a la princesa y a su amor inconcluso, siguiendo la voluntad de la magia de los cuentos. El bárbaro de quién os hablo era un aventurero solitario: tomó su morral y su abrigo, su escudo circular y su espada sagrada de dos filos. Recordando unas palabras mágicas, abrió un portal hacia la tierra de los encantos y misterios profundos... la Tierra de Fantástica o el Reino de los Cuentos Perdidos: un mundo indescriptible donde moran los ángeles y dragones, los héroes y hechiceros, y hasta los mismos demonios que pueblan los sueños y los corazones humanos.
🌞
— “Hér ferr Herlicii" —cantó el guerrero, trazando con su espada un círculo en el aire— “Fórum drengja Frábærheimur; ég skipa þér með töfrum Óðins: opnaðu mér leið Bifröst!" ♪ ♫
🌝
Aquel héroe luchó con bravura y ligereza ante los infortunios del tiempo y el espacio, sabiendo que ambas son dimensiones variables que se pueden controlar cuando la melancolía se apodera de los corazones valientes y temerarios. Con arrojo y determinación no sucumbió ante el fuego de los dragones, ni ante la magia de los gigantes helados. Venció a la bruja despiadada y, tras eso, viajó hacia el reino de las eras, retrocediendo el reloj de la vida y de la muerte hasta donde sus fuerzas alcanzaron, llegando así hasta el preciso instante en que los enamorados se hundían en el lago...
Con temple y osadía se arrojó por el hueco en el hielo, alcanzando un brazo del príncipe Harek, quién aun afirmaba tenazmente, con su otra mano, a la princesa Hilsa.
Cual sería la sorpresa de los enamorados cuando los tres volaron despedidos fuera del lago helado, aterrizando sus narices en un gran montículo de nieve. Y es que —con astucia y antes de hundirse en el hueco— el misterioso héroe había amarrado sus píes a una larga cuerda atada a la cima de un árbol muy flexible... un abeto que se elevaba inclinado sobre el lago. Desde ahí había saltado, y fue la misma fuerza del salto, sumada a la torsión del árbol, lo que los empujó de regreso hacia afuera. ¡Estaban salvados!
Pasado el susto, que sin duda desconcertó a los nobles, lo primero que hizo el héroe fue encender una fogata, pues como hemos dicho: era invierno y el frío arreciaba. El corcel de Harek se apresuró a ofrecer los abrigos que traía en su montura, pero los amantes estaban empapados y necesitaban secarse rápido para no caer ante la hipotermia. Velozmente y sin pensarlo mucho se cambiaron de prendas.
De algún modo el héroe encendió un fuego mágico que trajo pronto calor a los entumecidos amantes. Cuando ya calmaron un poco el asombro y el frío —gracias a la leche con chocolate caliente que el desconocido extranjero llevaba consigo en su morral— los jóvenes herederos del reino de los dominios extensos articularon sus primeras palabras en este cuento:
— Gracias... ¡brrr!... ¡quien quiera que seas! —dijo Harek— Si no hubieras estado ahí ninguno lo estaría... ¡brrr!... contando... ¡brrr!— ¡Taka-taka-taka! —sonaron los dientes de la princesa Hilsa, que aun tiritaba un poco del frío— ¿Que no venía contigo?— No Mileidy —respondió Harek— ¡Nuestro salvador salió de la nada!— ¿Quién eres, joven valiente? —Pregunto Hilsa.— Me llamo Connery... Ethan J. Connery, para servirles, su alteza.
Y Connery besó la mano de la princesa.
— Para otra oportunidad, quizá sería buena idea convertirse en pájaro antes de arriesgarse a caminar por un lago helado, princesa —sugirió Ethan.— Por todas las hadas del reino... ¡olvidé por completo que podía hacerlo! —Respondió Hilsa, quien por primera vez en su vida comenzó a llorar de sorpresa y felicidad.
Ya no había maldición. Harek abrazó a Hilsa, y el héroe se levantó.
— ¿Nos acompañarás al castillo? —preguntó Harek— Debemos contar al rey de tu hazaña y celebrar este encuentro del destino... ¡Sin duda ha sido voluntad de los dioses!— En otra ocasión, será, príncipe Harek: hay otras doncellas que debo salvar —repuso el héroe, y le cerró un ojo a la princesa.— ¡Guau, veo que me conoces! —respondió sorprendido Harek— Debes venir de muy lejos, puesto que el reino de mis padres se encuentra a cuatro años de camino de aquí... ¡y es la primera vez que visito el reino de Underverk!— Jeje —río Ethan, esbozando una sonrisa.— ¿Te volveremos a ver, eh... Connery? —preguntó, intrigada, la princesa.— ¡Denlo por hecho! —exclamó Ethan, levantando su dedo pulgar; una expresión que la pareja imitó al tiempo que enarcaban una ceja y sin llegar a descubrir del todo su significado.
Una semana más tarde se estaba celebrando la boda real. El príncipe fue aclamado por encontrar y salvar a la princesa, y el salvador desconocido —aunque no estuvo presente en las nupcias— fue ovacionado igualmente por salvar a los recién casados. La fama de un héroe legendario “aparecido en el aire" se extendió por las comarcas, y aunque la hada malvada y su maleficio habían desaparecido para siempre, la princesa no pudo parar de reír cuando las otras dos hadas buenas le preguntaron al mismo tiempo:
— ¿Es verdad, Hilsa? ¿Es cierto que aterrizaron sus narices en la nieve? 😃
Nota
Originalmente este cuento terminaba en la
Parte 2. La 3ra. parte se escribió 127 años
más tarde para darle un final feliz °-°
Parte 2. La 3ra. parte se escribió 127 años
más tarde para darle un final feliz °-°
La sorpresa del Hamster
Por Ethan J. Connery — Basado en una historia de la vida real ._.
(Imagen diseñada por AmbleAndSing y usada sin ánimo de lucro)
Advertencia: éste es un cuento para jóvenes, los nombres de personas y lugares
han sido cambiados para proteger la identidad de sus protagonistas.
Advertencia: éste es un cuento para jóvenes, los nombres de personas y lugares
han sido cambiados para proteger la identidad de sus protagonistas.
Era víspera de Navidad y el pequeño Teobaldo estaba fascinado. Caminaba deslumbrado por la tienda de mascotas, mirando a través de los cristales de los terrarios a los pequeños animalitos que esperaban pacientemente a que algún nuevo dueño llegara a buscarlos. En la tienda había de todo: perros, gatos, ratones, catitas, loritos, conejos, cuyes y una que otra lagartija.
Estaba en eso el pequeño Teobaldo cuando de repente se queda boquiabierto mirando una pequeña jaulita llena de aserrín donde se asomaba una cabecita de grandes ojos negros y mirada curiosa ô_ô
Se acercó el chico al aparador donde estaba la jaulita y de pronto vió como un bicho saltón se agarró de la rejita y le miraba con tristeza, como queriendo decir:
— ¡Llévame a mi! ¡Llévame a mi! ¡Somos demasiados en ésta jaulita!
Efectívamente, el chico acercó su dedo al animalito y de pronto aparecieron otros siete animalitos más que empezaron a corretear y dar vueltas por la jaula; algunos olían el entorno en busca de semillas mientras otros se iban a tomar agüita al bebedero. No obstante y pese al ajetreo, el de ojos curiosos seguía mirándole fíjamente con ternura:
— ¡Llévame a mi! ¡Llévame a mi! —se repetía mentalmente Teobaldo, seguro que aquel pequeño hamster le suplicaba que lo adoptara.
Teobaldo no lo pensó dos veces y fue donde el veterinario que atendía para pedir a ese bichito. El veterinario fue a la jaulita, tomó al hamster de ojos curiosos —que seguía antentamente los acontecimientos— y lo puso en una cajita con hoyitos para que respirara. Ahí iba el pequeño Teobaldo, feliz caminando rumbo a su casa con su simpático y tierno hamster.
Al llegar a la casa lo puso en un terrario grande que tenía y se lo presentó a su familia. En casa todo el mundo estaba fascinado.
— ¡Oh, que bonito!!! —dijeron todos.
— ¿Qué nombre le pondrás? —preguntó un primo.
— No tiene nombre todavía.
— ¡Ponle Hamtaro! —dijo otro primo.
— Nooo, ese nombre es clásico... todos quieren un hamster de nombre "Hamtaro" ._.
— ¡Ponle Ratón! :P
— Nooo... puede ser ofensivo para un hamster.
— Naaah, los hamsters y los ratones se llevan bien, créeme.
— Primero hay que saber si es macho o hembra —dijo sabiamente alguien por ahí.
— Es un macho —dijo Teobaldo— pensaré como llamarlo esta noche y mañana tendrá un nombre.
— Está bien —decían todos— ¡Que lindo bichito!
Todos estaban muy felices de la nueva mascota sin imaginar la sorpresa que "Hamtaro" se traía entre manos ¬¬ Esa noche Teobaldo pensó en innumerables nombres, buscando el más apropiado para su curioso y dulce hamster, y con ese sueño en mente se quedó dormido.
Era ya casi de madrugada cuando unos ruiditos chillones despertaron a Teobaldo de su sueño profundo. Se levantó de la cama buscando el origen del sonido y notó que provenían del terrario de su hamster. Encendió la luz de su cuarto y observó maravillado cómo el hamster se había hecho un nido en medio del aserrín y acicalaba minuciosamente a varias pequeñas criaturitas de aspecto rojizo que parecían no tener ojos.
Teobaldo fue corriendo llamando a sus primos que se habían quedado alojando en su casa aquella noche.
— ¡Vengan a ver! ¡Vengan a ver! —gritaba Teobaldo.
— ¡Oh, que increíble! —decían todos— ¡Pero si acaba de dar a luz!
— ¡Entonces es una hembra!
— ¡Ya veo! Venía embarazada.
— Se dice "preñada".
— Da igual :P
— ¿Qué nombre le pondrás, entonces?
— Se llamará Katniss, con doble "s".
— ¡Jajaja, ahora tendrás que pensar en nuevos nombres para sus bebés! :)
— ¡Verdad! ¿Cuántos son? A ver...
Teobaldo comenzó a contar a los pequeños bebés de Katniss (Ex-Hamtaro):
— 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7... ¡8!
— ¡Tuvo 8 hamstercitos!
— ¡Que choriflai!
— 8 hamstercitos... 8 nombres más.
— ¡Compraste un hamster y te vino con yapa!
— Seguro que mi hermano tiene ideas para los nombres, lo llamaré...
Teobaldo llamó por teléfono a su hermano; no es que viviera muy lejos, pero era más fácil usar el celular.
— Aló, ¿Gerardo?
— El mismo. ¿Que ocurre Teobaldo? Son las 5 de la mañana o_O
— ¿Recuerdas el hamster que compré ayer?
— Si º-º
— ¡Era "mujer" y tuvo hamstercitos! Ahora tengo 9 hamsters en total.
— ¡Ho-ho-hooo! ¡Feliz Navidad! —le respondió Gerardo del otro lado de la línea— ¿Y qué vas a hacer con tantos?
— Los criaré en el terrario... es bastante grande y tendrán una linda casita :)
— ¡Que buena, felicidades, ahora eres tío! —le dijo Gerardo— Tendrás que ponerles nombres.
— Si... por eso te llamaba, ¿se te ocurren algunos?
— Mmmm, a ver, déjame pensar ¬¬
Gerardo se acordó que los renos de Santa Claus eran 9 en total.
— Estamos en Navidad, ¿y si les pones como a los renos del viejo pascuero? —le propuso Gerardo.
— ¿Cómo se llaman? —preguntó Teobaldo.
— El primero es Donner junto a Blitcher, más atrás viene Cometa junto a Cupido, seguido de Brillante y Danzante, y finalmente Centella y Zorro.
— ¿Son 8?
— ¡Nueve! Olvidé mencionar a Rudolph (Rodolfo): el reno de la nariz roja, el que guía la expedición.
— Okey, entonces los bebés hamsters se llamarán como los renos de Santa Claus —dijo Teobaldo.
— Donner y Blitcher, Cometa y Cupido, Brillante y Danzante, Centella y Zorro. —repitió Gerardo.
— ¿Rudolph quedará fuera? —Observó Teobaldo.
— Ponle Rudolph a la mamá.
— ¡Pero es "mujer"!
— Da igual... ¡son hamsters! º-º
— Naaah, ya le había puesto "Katniss" como la protagonista de una película. —declaró Teobaldo.
— Okey, que se llame Katniss, y Rudolph que sea el apellido. —le propuso Gerardo.
— ¿Katniss Rudolph? ¡Suena Bien! —Aprobó Teobaldo.
Ya eran cerca de las 5:30 de la mañana cuando Gerardo se despidió, enviándole a todos los primos un cariñoso saludo de Navidad y un gran "¡Ho-ho-hooo!". Así quedaron las cosas aquella mañana de Navidad, todos volvieron a sus camas y se fueron a dormir, dejando a "Katniss Rudolph" al cuidado de sus 8 retoños.
Pasó el tiempo y los bichitos crecían, muy plomitos y simpáticos ^-^ aunque también había algunos albinos y uno especialmente muy chiquitito y saltón, que era como la guagua de la familia. Cada uno tenía nombre y apellido:
1) Donner Rudolph
2) Blitcher Rudolph
3) Cometa Rudolph
4) Cupido Rudolph
5) Brillante Rudolph
6) Danzante Rudolph
7) Centella Rudolph
8) y Zorro Rudolph ._.
Todos los hamstercitos vivían felices, saltones y contentos en una casita de madera hecha con palitos de helado donde dormían acurrucaditos durante las noches heladas. Su mamá, Katniss Rudolph, los acicalaba constantemente y les enseñaba las labores y principios de un buen hamster: sabían donde tomar agüita, donde ir al baño, donde dormir, donde comer, donde jugar: tenían escaleras de madera y unas rueditas hechas con contenedores de CD, donde podían correr y hacer ejercicio. En ocasiones Teobaldo los sacaba a todos del terrario para que corrieran dentro de la casa (como las personas), ocupándose que nada malo le pasara a ninguno, así los cuidaba con esmero y los hamstercitos se divertían.
Todo era muy chistoso... hasta que un día apareció una sorpresa.
— ¡¡Cuik, cuik, cuik!! —se escuchó una buena mañana º-º
Teobaldo se levantó de la cama y fue a ver el terrario. ¡Oh, sorpresa! Cupido había quedado "embarazado" y tenía cinco hermosos hamstercitos bebés ¬¬
— ¡No puede ser! —Teobaldo estaba escandalizado— ¡Tengo que separarlos de inmediato!
La buena nueva fue recibida con moderada admiración por la familia de Teobaldo, quiénes propusieron separar a los machos de las hembras. Así, Teobaldo y sus primos se dieron a la tarea de construir nuevas casas para los nuevos residentes. Teobaldo separó a los bichitos, que ya estaban demasiado grandes para vivir en el terrario, a pesar que no estaba muy seguro de cuáles eran los "chicos" y las "chicas". Los ordenó en diferentes grupos pensando que con eso controlaría su población.
Todo parecía en orden hasta que esa misma semana "Danzante" tuvo sus propios bebés ._.
— ¡Chuuuu! ¡Entonces éste era "mujer"! —exclamó Teobaldo, y acto seguido dejó a Danzante en una casita propia para que amamantara a sus crías.
— ¡Pero es que tienes que separarlos, poh! —decían sus primos.
— Te estás llenando de roedores, Teobaldo, jajaja.
— Escuela de "marsupiales" Teobaldo, el ratón :P
— ¡Güena, Mickey mouse! :D —le dijo su hermano por teléfono.
— Menos mal que no compraste un elefantito xD —dijo una amiga por ahí.
Teobaldo pasó un par de días resignándose a las bromas y chistes por parte de su familia, hasta que esa mañana...
— ¡¡Cuik, cuik, cuik!! —"Cometa" acababa de dar a luz a siete tiernos nenes de hamster Ô-Ô
Teobaldo se levantó y dejó a Cometa con sus bebés en una casita independiente. Un par de horas después "Zorro Rudolph" aspiraba a la casa propia.
— ¡¡Cuik, cuik, cuik!!
Ahí estaba Zorro con sus primeras crías. Teobaldo se dió cuenta que no podría mantenerlos a todos, pero sentía tristeza el sólo pensar en regalarlos... eran TAN LINDOS Y TIERNOS ô-ô ...se había encariñado con sus mascotas. Pero luego fue el turno de "Blitcher", el culpable parecía ser "Centella". Pasaron las semanas y los "ratones" saltaban por todas partes; se subían por las cortinas y corrían por las ventanas, hacían ruido por las noches en las rueditas ya que gustaban de hacer ejercicio por las noches, se comían el desayuno de Teobaldo en la mañana y se metían en sus zapatos y los bolsillos de sus pantalones.
— ¡Esto ya es demasiado! —se dijo Teobaldo. Por fin tomaba en cuenta el asesoramiento de sus primos.
¡No era posible que Teobaldo tuviera que mirar el suelo a cada paso para saber dónde tenía que pisar para asegurarse de no dañar a niguna mascota. Hasta el momento ningún hamster había sido herido, por el contrario, se divertían de lo lindo, pero la mesa de "pool" y el "bow window" ya parecían naciones independientes; la nación Cupido-Centella-Blitcher-Zorro le declaraba la guerra a la nación Cometa-Danzante-Centella-Donner, pero los Centella-Brillante-Blitcher-Cupido abogaban por la paz.
Aquella fue la mejor época de los hamsters: la explosión demográfica alcanzó niveles insospechados hasta para las estadísticas de la NASA. Teobaldo no lo dudó más: se conectó a su Facebook y escribió un mensaje:
— "REGALO MANADAS DE HAMSTERS."
Inmediatamente sus amigos comenzaron a visitar su perfil. Con el tiempo, Teobaldo fue regalando a unos y otros: los primos se llevaron a los Centella II-Blitcher I-Brillante II-Zorro III y los amigos optaron por los Zorro II, Blitcher I, Cometa III, Brillante II ...y así sucesivamante, hasta que finalmente un buen día se fueron a aventurar mundo los ultimos hijos de la tátara-tátara-tátara-abuela Katniss Rudolph, quién tomó sus tan esperadas vacaciones, disfrutando de la tranquilidad de su viejo terrario junto a sus hijas comadronas ^-^