Cuentos Egipcios
Cuentos Egipcios
El Trazador Tramposo
Gudor Ben Jusá · Adaptación de Svanhildr MacLeod

En tiempos del Antiguo Egipto (cuando aun reinaba el faraón "Keops" de la IV Dinastía) una pequeña aldea, en las cercanías de Menfís, se había inundado debido a la crecida del río Nilo. Sus habitantes —la mayoría granjeros— abandonaron sus casas y parcelas, y para cuando el río se retiró, volvieron a la aldea a reconstruir lo que las aguas se había llevado.

Un granjero —casado y con dos hijos— se dirigió hacia el trazador: el hombre enviado por el Municipio para demarcar las parcelas, en base a las medidas conservadas en el plano original de la aldea.
— ¡No te vayas a equivocar con el tamaño de mi parcela! —le exigió con firmeza.
El terreno del reclamante había sido pentagonal, lo que significa que su nueva parcela debía tener también cinco lados; cada uno de un largo diferente y bien estipulado en los registros.

Para cuando el trazador marcó los vértices sobre la arena, el granjero tuvo la sensación de que su nueva propiedad era más pequeña, y así se lo hizo notar. El trazador volvió entonces a calcular el perímetro, usando pasos de camello para contar las distancias, y marcando líneas rectas con un palo en la arena. Así terminó uniendo los mismos vértices demarcados, indicándole al granjero de que efectivamente cada lado medía lo mismo que las longitudes registradas en el plano.
— Como has podido comprobar; todo está en orden —le afirmó el trazador, sonriendo con malicia.
— Conforme —respondió el granjero— cercaré mi parcela, entonces.
El trazador se despidió con una reverencia irónica y se marchó a medir la siguiente parcela. En tanto, el granjero se puso a trabajar en su nuevo cerco, y para cuando llegó la noche el vallado estaba casi listo, así que se fue a dormir.

A la mañana siguiente el granjero se levantó temprano a terminar su labor, pero al salir de su choza improvisada, se puso a apreciar su parcela, reviviendo la sensación de que algo de espacio faltaba.
— No sé —le dijo a su esposa— nuestra propiedad sigue pareciéndome más pequeña que antes de la inundación.
La esposa, entonces, tomó cinco varillas —de esos juncos que crecen junto al río— y las cortó a medidas escaladas con las dimensiones de su parcela. Luego las dispuso sobre la arena, simulando el contorno del terreno.
— ¡Mira! —le dijo a su esposo— Si bien nuestra parcela tiene cinco lados, eso no significa que mida lo mismo que antes.
— ¡Pero si cada lado se midió según los registros! —le indicó el esposo.
— Así es —le respondió la mujer, de mente más ágil que el marido— la parcela tiene las mismas cinco medidas de antes, pero ya no está rodeada por un círculo perfecto.
Dicho esto, trazó una elipse alrededor de las 5 varillas, haciéndole notar que con las mismas dimensiones de los lados, se podían construir pentágonos con áreas diferentes.
— ¡El trazador nos ha timado! —exclamó el granjero, molesto por haber caído en la trampa.
Así, el granjero y su esposa fueron al Municipio a reclamar por los metros perdidos. Grande fue la sorpresa de los esposos al enterarse de que en los planos sólo figuraba constancia de las longitudes de los lados de las parcelas, mas no de sus ángulos interiores: dato al que apenas se le daba alguna importancia al momento de trazar y cercar los terrenos.

Como el trabajo ya se había hecho y el granjero lo había aceptado en su momento, no le permitieron exigir una revisión, pues implicaba también modificar otras varias parcelas cuyos dueños estaban "conformes".

Entonces la mujer del granjero se puso a pensar en una forma para que —en caso de una nueva inundación— el trazador no pudiera volver a robarles terreno. Y se dio cuenta de que las únicas parcelas imposibles de alterar eran las que tenían un contorno triangular, ya que por muy diferentes que sean sus lados, siempre tendrán la misma área y los mismos ángulos interiores a la hora de reproducir sus longitudes originales.

Con esa idea en mente, los esposos subdividieron su terreno pentagonal en tres parcelas, para lo cual trazaron dos nuevos cercos interiores dentro del recinto, partiendo desde un mismo vértice hacia otros dos vértices en el lado opuesto a ese vértice. Posteriormente fueron al Municipio y registraron la parcela central triangular para ellos —como matrimonio— y las otras dos parcelas triangulares adyacentes restantes a nombre de cada uno de sus dos hijos, respectivamente.

Los vecinos de la aldea, al darse cuenta de lo que había pasado con la parcela del granjero, comenzaron a imitar el recurso, recurriendo al Municipio para subdividir sus parcelas en triángulos imposibles de alterar, puesto que la mayoría tenía terrenos pentagonales y trapezoidales.  Fue así como finalmente exigieron a los trazadores municipales que registraran también los ángulos interiores de las parcelas, para que nunca más alguien se quede sin su pedazo.

Desde entonces, la división en triángulos —o triangulación— se ha aplicado en la confección de planos, siendo utilizada hasta nuestros días por nuestros modernos topógrafos.

Fin
El relato de Noon
Basada en una leyenda del Antiguo Egipto
Adaptación de Ethan J. Connery

Se cuenta que en tiempos del antiguo Egipto, y mucho antes del tiempo mismo, existió un sabio llamado Noon, que era el único sabio del Mundo porque aun no habían sabios y por eso era el primero. Noon era tan sabio que si alguien hubiera existido en ese momento para verlo, seguro lo hubieran confundido con el agua o con la noche, porque era tan sabio que incluso ni existía, porque antes de él nada había, Noon podía ser el único sabio antes de que existiera incluso la sabiduría. Pero Noon no hablaba, ni caminaba ni cantaba. Noon sólo dormía.

Ocurrió sin embargo, que en cierta ocasión, la única ocasión que podía existir, porque antes no habían ocasiones, Noon despertó de su eterno sueño y al despertar no encontró nada, porque como él era lo único, nada más le acompañaba y solo encontró el aburrimiento, porque nada, absolutamente nada le rodeaba. No habían animales, ni plantas, ni personas... ni siquiera existían otros sabios aparte de él, porque claro, cuando Noon despertó, el Universo apenas existía.

Pero ocurrió que la sabiduría de Noon lo llevó a comprender que el era único, y al ser algo diferente a la nada, podía hacer cosas. Eso porque la nada nunca hace nada, pero cuando algo hay, entonces ya hay algo que puede hacerse. Cuando entendió que existía, Noon encontró su poder creativo y comenzó a crear. Cuando se puso manos a la obra, descubrió que tenía manos. Pero no erancualquier mano, eran las manos de un sabio ...del primero de todos.

Así Noon fue creando y creando cosas y el Universo, que antes era muy diminuto, comenzó a crecer. Creció y creció, y como a Noon lo hubieran confundido con el agua, decidió crear la tierra. Y así surgió en medio de un océano infinito, una pequeña isla de arena que fue creciendo y creciendo hasta formar una gran planicie que se perdía en la distancia. Y como la planicie había nacido del océano, algo de agua comenzó a descender desde las tierras que estaban un poco más altas, y pronto lo que era un hilo de agua se hizo un caudal y luego creció más hasta convertirse en un enorme río que desaparecía en el horizonte... entonces nació el río Nilo, y con él los verdes valles de Egipto.

Pero el verde aun no se conocía, porque aun los colores no existían. Ni aun Noon podía ver más allá de lo que era porque todavía se confundía con la noche. Con el tiempo, Noon continuó creando, y como cada vez habían más cosas, las fue combinando y así fue creando nuevas cosas, cada vez más maravillosas, pero aun así no se veían.

A Egipto le siguieron los cielos, el aire, las plantas y animales, pero Noon siguió más allá y decidió crear a otros sabios para que poblaran su Mundo. Un Mundo extraordinario pero que nadie veía, porque aun era de noche. Entonces, ocurrió que en una buena ocasión, porque ocasiones ya habían habido muchas, Noon comprendió que necesitaba algo más que tocar y sentir su Mundo. Noon quería verlo, porque todo lo que había era apenas una bruma, sin obscuridad absoluta, pero tampoco había luz. Entonces se decidió y convirtió la ocasión en día.

Y así nació un punto de luz como una estrella que brillaba, en una gota de agua que caía en las hojas de una flor de loto... una flor que flotaba perdida en las aguas del río Nilo. La flor se resistía a abrirse, pero el poder de la luz fue más evidente, y cuando la flor ya no pudo más, de su interior surgió un rayo de luz, y así nació el Sol, aquel astro que los antiguos egipcios llamaron Ra.

El poder que le faltaba al Mundo inundó de una deslumbrante belleza el océano y la isla de arenas con sus verdes valles y palmeras, así como a las aves y los animales de la tierra de Egipto. Y así nacieron los colores, en una brillante mañana, la primera de todas. Una mañana que arrojaba desde los cielos su primero rocío a la luz de una estrella, la más grande de todas que arqueaba sus rayos en múltiples colores.

Entonces Noon ya no era Noon, porque había creado tantas cosas que ya era mucho más sabio, y Noon se hizo Ra... el Sol del horizonte, el Sol de la mañana, el Sol del mediodía, e incluso el de la tarde. Pero ya era tarde y Noon, convertido en Ra, decidió volver al interior de las hojas de la flor de loto para descansar mientras duraba la noche, la primera de todas.

Pero a medida que el Mundo se habia ido creando, algo más había sido creado: algo casi imperceptible que sin embargo existía. Y sucedió que mientras Ra dormía, al Mundo le siguió el Tiempo, y con él los sabios, los pocos que existían, se hicieron hombres y los hombres decidieron crear...
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